Hace casi nueve años, deje atrás mi carrera como directiva de banca en «stand by» para irme a vivir al extranjero con mi familia. Tenía dos niños pequeños, uno de ellos, un bebé de tan solo seis meses.
Los permisos para el cuidado de hijos que contempla la ley española me permitieron saltar al vacío con paracaídas. Podía dejar de trabajar hasta que mi hija cumpliera los tres años y después retomar mi carrera profesional.
Mi carrera era importante para mí. Estaba en mi mejor momento profesional, acababa de promocionar y dirigía un equipo multidisciplinar dedicado a la captación y gestión de grandes empresas. Pero precisamente eso dificultaba la crianza de mis hijos, porque exigía mucha dedicación. No podía tener a mi equipo trabajando hasta las 8 de la tarde y yo recoger a los niños a las 5 en la guardería y pasarme la tarde en el parque. El famoso «Techo de Cristal».
Mi marido recibió una oferta interesante de trabajo en el extranjero y eso me dió la oportunidad de parar una temporada y dedicarme a mi familia. La experiencia de vivir en el extranjero es sumamente enriquecedora y siempre me había llamado la atención. Es como hacer un master en Project Management cada vez que cambias de país (y ya van dos cambios). No es fácil y no es para todo el mundo. Necesitas tener el gen de la curiosidad, ser un «culo inquieto» y manejar bien las situaciones de incertidumbre. Pero los años que pasas fuera, conociendo un país a fondo y construyendo una red de apoyos nueva se quedan grabados en tu memoria para siempre con extraordinaria precisión y modelan tu personalidad y tu proyecto de vida de una forma que nunca habrías imaginado.
Este cúmulo de experiencias de diversa índole unido a la crianza de mis hijos me llevo a dejar la banca definitivamente. Viviendo en Frankfurt podría haber retomado mi carrera pero yo ya no era la misma persona. Quería probar algo nuevo. Había empezado en el sector bancario antes de terminar la carrera, pero nunca me apasionó mi trabajo.
En la segunda mitad de mi vida profesional quería hacer algo que me hiciera vibrar. Quería fluir con mi trabajo. Tenia que encontrar mi «Ikigai«, es decir mi propósito, según la filosofía japonesa.
Y lo encontré. Si estas leyendo esto ya sabes qué es. Me apasiona ayudar a otros a mejorar su vida. Especialmente a los profesionales de las empresas que sufren largas jornadas de trabajo que no les dejan tiempo para mucho más, como me ocurría a mí.
Te dejo aquí un artículo en que participé para Global Connections, una empresa que presta apoyo a los expatriados, en especial a las parejas de los que consiguen un contrato para trabajar en el extranjero. Esas que saltamos al vacío y lo dejamos todo atrás por nuestras familias. Hacer que la experiencia sea enriquecedora depende exclusivamente de nosotros mismos.